sábado, 10 de febrero de 2007

Un violinista que me sigue.

El otro día, mientras cruzaba la calle Valencia justo por delante de Floristería Navarro encontré a un violinista que salía del conservatorio. Al verme, me apuntó con el violín a modo de ametralladora. Soltando un gruñido, empezó a caminar hacia mí. Yo, asustada, pensé en mi gorro de mafiosa. ¿Dónde estará cuándo lo necesito? Sin él podía huir del violinista aunque necesitaba astucia. Me metí en el mercado de la Concepción. Esconderme entre kilos de carne sangrante y peces muertos parecía una buena idea, y parecía funcionar, pero de repente oí el ruido estridente del violín desafinado. ¡Mierda! Me tenía acorralada entre un cerdo boca abajo y sobrasadas con denominación de origen. Definitivamente, la astucia no es lo mío, así que intenté lanzarle el cerdo, pero pesaba demasiado. ¡Las sobrasadas! ¡Armas arrojadizas! Le lancé una a la cara, pero se protegió con su instrumento y el golpe de la sobrasada contra las cuerdas del violín provocó una lluvia de trozos de sobrasada sobre los clientes. “Es sobrasada de mentira. ¡Nos estafan!” Gritó uno de los clientes al caerle un trozo en la boca. Medio mercado se lanzó entonces contra la dueña del puesto, momento que aproveché para huir del violinista.

Ahora se estará recuperando del duro golpe de la sobrasada, pero en cuanto arregle su violín estoy segura de que volverá a por mí. La próxima vez estaré preparada.